Wednesday, November 24, 2010

Existencialismo espectro-poético


De neo-existencialistas se podrían calificar las funciones poéticas del fantasma, puesto que el corolario entre el cuestionamiento ontológico y el acontecer tropológico del espectro, surge a raíz del desvanecimiento del sujeto por la vía estética. El lenguaje poético y el pensamiento constituyen el entorno fantasmagórico donde se desenvuelve el nuevo existencialismo que trae consigo la aparición del fantasma. Ya no hay miradas, netamente, materialistas, mas, miradas entrecruzadas entre lo material y la metafísica. Asimismo, la mirada del fantasma, infiere una desconstrucción de la presencia-vida, por lo que desemboca en el entre juego de consideraciones de índole material/metafísico. No hay sujeto absoluto. No hay existencialismo realista. Esa ontología material, mil veces atosigada por los existencialistas, declaro, ya no es el modelo del pensamiento por excelencia. Al menos, no lo es el mío. El ser existencial es, por aserto, el Yo que se define por su oposición al Otro, de ahí, por antonomasia, la lógica del binario dialéctico, el cual rige el espacio-vida. Vale trabar ese modus operandi contextualizado en la metafísica de la presencia y en el rechazo de lo no-idéntico.


He aquí la paradoja del existencialismo, cuyo objetivo fenomenológico consiste en confeccionar visibilidad a lo invisible y recuperar el presente ausente, que bien puede ser entendido como el referente existencial perdido en el imaginario ideológico. Así lo postularon Sartre y Heidegger. Sin embargo, el pensamiento no les alcanzó para reflexionar sobre el fantasma y el referente críptico. En retrospectiva, Sartre hablaba de la nada y de la nausea, por su parte, Heidegger, del abyecto y de la instrumentalidad del ser. Bienaventuradas fueron sus reflexiones sobre la vida material y las circunstancias de la enajenación, no obstante, les faltó entender al fantasma -en términos específicos de la noema y de la noesis- dentro del contexto de la ruina y lo escatológico. Siempre habrá existencialismo, pero, también, resulta plausible reconfigurar la óptica existencialista, con el fin de presuponer que la espectralidad, también, se desenvuelve en su propio imaginario, además, de entender que el fantasma funciona como representación de lo no-idéntico marginal ante la historicidad de la vida.


Por todo lo anterior, el episteme existencialista, ostenta límites ontológicos: es pensado desde lo viviente por/para el viviente, en este sentido, el logos se olvida de los muertos. No se puede hablar del ser viviente y su vida, sin tomar en cuenta el suplemento críptico de la muerte y su escatología. Después de todo, es, la muerte, en efecto, la que pone en marcha las vicisitudes históricas del recorrido existencial mediante su negatividad.


He aquí declaro la importancia de reconfigurar el acercamiento fenomenológico existencialista, y subrogarlo por una meta-fenomenología, con el fin de establecer una inter-subjetividad (material y poética) entre lo viviente y lo fantasmagórico de mayor entendimiento dialógico.
El deseo del fantasma, reclama historicidad neo-existencial.
Esto me lo sugirió la escritura espectropoética de Juan Rulfo.
 



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